En Santo Ángel pero cerca de El Charco y del inicio de la Carretera de Santa Catalina, hay un Mercadona. Cuando empezaron a abrir estos supermercados, tenían mucho predicamento y la gente decía con cierto orgullo "lo he comprado en Mercadona". No se lo que yo esperaba encontrar cuando entré por primera vez en uno de ellos, el de La Alberca. El caso es que miré en derredor y no viendo más que las típicas estanterías, exclamé: Pero señorita cajera ¡si ésto es un supermercado...! El caso es que allí, en el Mercadona que ves desde la carretera puedes comprar pan. Si hay necesidad o deshora, también lo puede comprar el caminante -pagando un discreto sobreprecio- en la gasolinera "El Valle" casi enfrente del Bar Marilín y donde el bus 6 tiene su parada "Reguerón 1".
El pan del Mercadona viene envuelto en un papel de celofán donde puede leerse la composición. Me llamó profundamente la atención este detalle la primera vez que reparé en él ¿la composición del pan? Pero ¿el pan no es pan como el oro es oro y la plata es plata? Pues por lo visto no. Está compuesto de harina, agua, sal y algunos fermentos. No se que pasaría en un mundo sin oro y plata pero me parece impensable, por horrible, un mundo sin pan, cosa unida en el inconsciente colectivo y en el mío propio, al hambre, la miseria, la guerra y la desgracia. Como dice el refrán castellano, las penas con pan son menos.
Cuando se estudia francés y te explican el partitivo, el ejemplo suele ser que hay que decir du pain porque si dices pain te estás refiriendo a "todo el pan del mundo metido en una enorme habitación" Pues bien, esa habitación con todo el pan del mundo es la que deseo para mi y para la humanidad. Un noche de cena bohemia, me aprestaba a comer una lata de sardinas con un mendrugo de pan sobrante. Llegó Ana y sacó del frigorífico una rodaja de pan Bimbo (o el de marca Mercadona, no me acuerdo ni hace al caso). Yo le dije:
-¿No prefieres este otro pan?
- No- me contestó- eso no mola.
Y como los padres a veces nos debemos de poner transcendentes, le dije:
-Pues eso es lo que quiero yo, hija mía, que nunca eches de menos este mendrugo de pan que se va a comer tu padre.
Una de las más famosas canciones es "Ne me quitte pas", de Jacques Brel. El chusco suele traducir el título por "No me quites el pan" Pero no, el cantante lagrimea porque no quiere que la amada lo abandone, cosa desde luego tristísima. Pero en la madurez, uno le da la razón al chusco y ve más terrible que alguien le quite el pan del bocadillo. Claro que, como una vez me dijo alguien, su caso era peor pues se le habían juntado las dos cosas: le habían abandonado sentimentalmente y estaba con penurias económicas. Malo, muy malo.
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