domingo, 31 de julio de 2011

Nosotros, los ideólogos

Andando por aquellos Arribes del Duero, pensé en nosotros, los ideólogos. Admirando las enormes, impresionantes y vertiginosas presas, aquellos portentos de la ingeniería hidroeléctrica, tuve claro que yo hubiera podido idear aquellas estructuras ciclópeas. Si no las ideé fue porque estaría ideando otra maravilla. Los ideólogos ideamos las cosas que, normalmente, son teorías políticas, sociales o religiosas. Pero yo, valga el oxímoron, soy un ideólogo pragmático e ideo cosas tangibles y útiles. Tan útiles como puedan ser una pirámide, unos jardines colgantes, un mausoleo, una muralla, un puente, una catedral, un órgano para esa catedral, un castillo roquero, una locomotora a vapor, una torre metálica de 300 metros de altura, un globo dirigible, un cohete para ir a la Luna, un artefacto para transmitir por el éter imágenes a distancia y, por supuesto, estos saltos como el de La Almendra o el de Aldeadávila. ¡Atención! Yo no soy ingeniero, solo sé rudimentos de cálculo integral y desconozco las fórmulas que conducen a estipular la resistencia y la fatiga de los materiales. Tampoco se alzar un plano y me dejo escapar manchones de tinta china cuando manejo un tiralíneas. Mi función de ideólogo consiste, por seguir con el ejemplo de las presas, en ir de paseo por los abismos que labraron el Duero o el Tormes, pararme de repente, señalar un punto dado del cauce y decir: “Aquí se puede hacer perfectamente un embalse, con una capacidad de 3.000 Hm 3, con una altura aprovechable de 300 m. y allí iría la salida de líneas con potencia total de 5.000 millones de KWh.” Y ya está. El 90% del trabajo está hecho. Lo peor es que no me oiga nadie porque voy solo o los que me acompañen estén distraídos y no capten el mensaje. No pasaría como cuando Ferdinand von Zeppelin me dijo que quería ir a América pero que se mareaba en el barco y yo le dije haciendo una pausa en las chupadas al cigarrillo: “Pues se me acaba de ocurrir una idea, llenar un gran globo de hidrógeno, dotarlo de unas hélices accionadas por motores Daimler de combustión interna y de un timón, colgarle una barquilla para el pasaje y así se puede cruzar el Atlántico volando. Ten en cuenta, además, que los rascacielos que han construido allí pueden servirnos de punto de atraque”. Y Ferdinand me escuchó, me hizo caso y se llevó la gloria. Luego el artilugio salió ardiendo pero es que no se puede estar en todo y, además, para entonces yo ya estaba ideando unos aviones que se movieran a reacción.
Queda, pues, claro que los ideólogos hacemos un ejercicio puramente mental que es compatible con estar tomándose la cerveza del aperitivo o con ese duermevela que precede a la siesta bien dormida. Puede ser en cualquier momento de éstos cuando se nos ocurre la genialidad. Ya se que luego hay otros que tienen que hacer un trabajo, a todas luces menor. Es típico el ejemplo de que las pirámides las construyeron esclavos. Pero ¿a qué esclavo se le ocurriría construir una pirámide? ¿qué miserable pensaría en una enorme catedral gótica, con su altas bóvedas, sus contrafuertes y sus gárgolas? Y aquí, volviendo a nuestra presas sobre el Duero o el Tormes, donde la tierra se hizo cantera, donde se horadaron kilómetros de túneles, donde las grúas se colgaban en vertiginosos paredones de roca viva, hubo obreros que, con menos de 30 años, estaban jubilados por silicosis. Pero los ideólogos no podemos amilanarnos con esas minucias. ¿Un ferrocarril de costa a costa? ¿Quién hace el trabajo meramente manual? Para éso están los miles de chinos que vinieron con su exótica coleta.




El problema es que a mi, el ser ideólogo no me alcanza para pagar la hipoteca, ni para comer, ni para comprarme una camisa. Nadie se cree que mis ideas son geniales o viene otro más espabilado y me las roba. La última vez fue un contubernio conocido como IBM que se enteró de mis cavilaciones para construir un ingenio con una capacidad de cómputo en mucho superior a la del cerebro humano. Así que no tengo más remedio que dedicarme a ejercer de médico de manera asalariada. Pero aun aquí sigo siendo un ideólogo. Aunque los enfermos me refieran dolores y quebrantos diversos, en realidad me están transmitiendo sus ideas sobre su cuerpo y su íntimo yo. En mi turno de actuación, manipulo esas ideas y las aglomero con lo que mis sentidos todos me permiten aprehender. Y surge la palabra y también la concreción en algunas recetas donde va el nombre mágico de pastillas, jarabes y remedios varios que ejercerán por mi el poder curativo.

Todos ellos, los remedios, harán el trabajo duro como aquellos obreros que se dejaban descolgar por el muro de cemento de la presa en construcción. Pero sé que sigo siendo yo y mis imaginativas ideas de ideólogo las que, en realidad, tienen la potestad de la sanación o, al menos, el alivio o el consuelo.

domingo, 17 de julio de 2011

Mi cumpleaños.


Hoy, 17 de julio, es mi 58 cumpleaños. Cuando tenía treinta y tantos años, pensaba que la madurez de un hombre se conseguía a los 40. Luego, en su momento, me imaginé que se lograba a los 50. Ahora sé porque afortunadamente he vivido para verlo, que estaba equivocado: ese momento en el que empieza la plenitud son los 60 años. Tal vez se trate solo de un mecanismo psicológico para tranquilizarme pero quiero pensar que no, que la realidad vital es así.

Leí una vez que la edad de una persona no debiera alargarse por la vejez ni por la juventud sino por la madurez, ese periodo mágico y pletórico se sensaciones y emociones. Y, hasta ahora, he ubicado temporalmente esa madurez en un periodo ideal que abarca desde los 40 a los 60 años. Pero no, a los 60 no acaba, sino que empieza. El único inconveniente es que, estadísticamente, se entra en una edad en la que el paso no ya de los años, sino de los días, debe de ser arrancado, con uñas y dientes, a la Muerte.

Estadísticamente también queda claro que el ecuador vital ya está ampliamente sobrepasado, que los días venideros son muchos menos que los ya devengados. Por tanto, está próxima la hora, mejor dicho, ha llegado ya, en la que solo queda tiempo para las cosas importantes, Los manifiestos, artículos, comentarios, discursos, humaredas perdidas, neblinas estampadas que contaba Alberti en su Nocturno, ya deben esperar para siempre. E incluyo en esta categoría, por mor del pragmatismo, las aburridas reuniones con directivos o gestores para hablar de temas tan abstrusos como el contrato-programa o la cartera de servicios. Reuniones eternas, sin principio ni fin, deslavazadas, altisonantes y grandilocuentes. Quede para mi la historia humana en primera persona, casi siempre triste, casi siempre frustrada. Quede para mi el paseo, el café y el cigarrillo. Y le pido a Dios que el sol siga saliendo sobre mi cabeza muchos días.

Y hay que ser recíproco. Si alguno, tras la lectura de esta blog piensa que debe incluirse en la categoría del Nocturno que no lo piense dos veces: císquese en mi persona y quédese a gusto. Pero eso si, por favor, en la distancia y virtualidad.

¡Feliz cumpleaños! Y permitidme que hoy beba a mi salud.

jueves, 7 de julio de 2011

La teselación y la fosa supraclavicular.

Leo en la Wikipedia que un teselado es un patrón de figuras que cubre una superficie y que cumple dos condiciones, la una que no quede ningún hueco y la otra que no se superpongan las figuras. Me viene ésto a la mente cuando, aprovechando las vacaciones, tomo café por las mañanas en la terraza de Willow. Resulta que allí las mesas están dispuestas en ángulo con respecto a la línea ideal que delimita el espacio municipalmente concedido y por el que pagan impuestos. Ésto es, el borde de la mesa no es paralelo o perpendicular a esta línea ideal sino que forma con ella un ángulo de 45º. Me desazona pensar que no sé si siempre ha sido así o, por el contrario, antes las mesas estaban dispuestas en cuadriculas perfectamente delimitadas por perpendiculares y paralelas a los bordes. De todas maneras y si hacemos la salvedad de que los veladores sean circulares, resulta que, en las terrazas, las mesas están organizadas de una forma o de otra. Hacemos abstracción también de cuando, finalizada una jornada de mucho público, mesas y sillas, forman un caos sin ningún orden.


Así que en este cúmulo de pensamientos absolutamente inútiles (pensar en cosas absolutamente inútiles es privilegio de los genios) que propicia el cigarrillo, me pregunto sobres los últimos porqués a los que se acoge el camarero cuando coloca el mobiliario por la mañana, en esa hora mágica en que los basureros riegan las calles, empieza a oler a pan tostado y los médicos acudimos a nuestras consultas, precedidos por los enfermos que van a sacarse sangre. Estoy convencido de que tiene algo que ver la forma de colocar las mesas con la teoría de la teselación lo que iguala al camarero que coloca la terraza con los artesanos que pavimentaron La Alhambra ¿Lo harán por estética? ¿Lo harán por practicidad para que el espacio libre sea mayor? ¿O tal vez, ladinamente, lo colocan de forma que se camuflen dos o tres mesas de más sobre lo pactado con el alcalde que cobra el tributo? La pareja que regenta Willow es amable y tal vez debería pedirles información. Pero me temo que también ellos podrían preguntarse sobre los últimos porqués de mi necesidad de saber. Y así ellos y yo entraríamos en un auténtico agujero negro filosófico que nos absorbería total y cataclísmicamente, con lo cual se acabó el café.
Y, por si no tuviera bastante con este calentamiento de cabeza, cuando el cigarrillo ya está casi terminado, pasa por mi campo de visión una chica que lleva un vestido manufacturado de forma tal que un hombro está cubierto y el otro no, porque el escote cae lánguidamente sobre el brazo. Lo primero que se me ocurre es que debe ser algo bastante incómodo porque, en el tiempo que me concedió el destino para verla, la chica se ajustaba continuamente la tela a base de tironcitos. Intuyo que esta debe de ser la gracia. Un look aparentemente descuidado, pero que se presta a múltiples filigranas y coqueteos. Una eterna búsqueda del imposible ahora me ha quedado bien. E intuyo también que el punto justo de la exquisitez estética, es cuando la fosa supraclavicular se exhibe magnánima e insinuante. Es ésta, la fosa supraclavicular, una región anatómica que, desde el punto de vista médico, tiene interés sobre todo oncológico por mor de los cánceres de mama y los linfomas. Pero estoy de vacaciones y prefiero pensar en que los franceses la llaman “coin d’amour”. Allí van a parar besos y lametazos furiosos que la mujer recibe, si hemos de dar crédito a la iconografía cinematográfica, con el cuello en hiperextensión lo cual también debe ser muy incómodo sobre todo si se padece de cervicales. Posiblemente, después de la posturita, le entrarán mareos y se le quitarán las ganas de pasar a mayores con lo que el tierno amante se quedará a dos velas y las flores se mustiarán.
Llego a una primera conclusión de que nunca sabré el motivo de colocar las mesas de una forma u otra ni cual es la exacta colocación de ese escote mórbidamente caído. Pero ¿y si el velador hubiese esta colocado de la otra manera? Mi campo de visión hubiese sido distinto, no habría visto a la chica y, en su lugar, hubiera observado a otra con escote “palabrita de honor”Si la afectación de la fosa supraclavicular hubiese sido bilateral, el tema se hubiese complicado exponencialmente. Afortunadamente, he terminado el cigarrillo y apago la colilla mientras concluyo definitivamente que mesas, sillas, escotes y personas estamos a merced de la predestinación.

lunes, 4 de julio de 2011

La carretera de Patiño.

La carretera de Patiño es la hermana menor de la carretera de Santa Catalina. Está claro que tuvieron el mismo padre pero no tengo nada seguro que la madre fuera la misma. Paralelas ambas, separadas como un kilómetro, la primera al este de la segunda, esto es, aguas secas de El Reguerón abajo, van de sur a norte para recorrer la distancia que separa la Costera Sur de Murcia. Aunque el nombre oficial en los mapas es Carretera de La Fuensanta, se la conoce más como de Patiño porque atraviesa esta pedanía. La transita el bus 29 que, ya que para como el 6 en el transformador y en El Charco, podemos abordar para ir hasta la ciudad. Hermana menor digo pues es algo más estrecha y tortuosa que la de Santa Catalina y el puente que cruza El Reguerón, más bajo y angosto. Aunque su inicio está en la salida de Santo Ángel hacia Algezares, la mejor manera de llegar a ella es desviarse de Santa Catalina por el Carril de la Cierva y así, tras un agradable paseo de poco mas de un cuarto de hora, llegamos a la altura del puente.
El gran encanto de este puente sobre el bosque de cañas de El Regueron, es que, toda la zona, es un selvático cruce de caminos que resuelve eficazmente la pequeña obra de ingeniería de la instalación semafórica. Allí tiene también parada el bus 29 y por allí vive una de mis enfermas que perdió hace 28 años a su Antonio y luego perdió el sueño. Por la primera pérdida sigue de riguroso luto a pesar de mis consejos en contra y por la segunda, se dedica a hacer sopas de letras en las madrugadas de la huerta. Le comenté que, en un salto de progresía, intentase hacer también sudokus. Cuando, con la ayuda de su hija, traté de informarla de lo que eran éstos, me contestó que se le daban muy mal las cuentas. Y es que, aunque no dispongo de datos estadísticos exactos, puedo afirmar que la mayoría de mis enfermas son de letras.
No hay ningún monolito, ningún monumento, ni siquiera una simple placa metálica que lo recuerde, pero éste semáforo del puente de El Reguerón de la carretera de Patiño fue el primero que funcionó en el mundo. Recuerdo que yo asistí a su inauguración, con traje, camisa y zapatos blancos, una pajarita de lunares y tocado con un jipijapa. Y de ésto, precisamente hoy, hace 100 años justos. Así que no fue en Cleveland donde funciono por primera vez uno de estos artilugios luminotécnicos sino aquí, en este humilde cruce de la carretera de Patiño con el Carril de Balibrea. Pero, sin que yo sepa el por qué, nadie escribió la reseña de aquello y el mérito se lo lleva la ciudad de Ohio.


Por consiguiente, antes de regresar a El Charco para premiarme en la mañana con un café y un cigarrillo en la terraza de Willow, hago fotos para colgarlas en este blog, tanto del Carril de la Cierva como del semáforo de marras y su entorno. Caracoles, cañas, señales de circulación emboscadas y palmeras, en unión con esta modernidad pedánea conformando, uno de los paisajes más insólitos del mundo. Al menos, para este humilde paseante.