sábado, 26 de marzo de 2011

@fsilva, @mcervantes, @dquijote y los #librosdecaballerias.

Don Feliciano de Silva, nacido en Ciudad Rodrigo, fue un prolífico escritor de libros de caballerías que continuaban la saga del Amadís de Gaula. Cervantes no debía tenerle en estima pues es cosa sabida que los literatos y, en general, los artistas no suelen caerse bien unos a otros. De hecho, en el primer capítulo del Quijote, se lee como Don Alonso Quijano se vuelve loco por leer tal clase de libros, por leerlos con tal avidez que hasta se vio precisado a vender algunas hanegas de sus tierras para comprar todos los que hubiere. Y aquí se cita a nuestro Don Feliciano que, al parecer, escribió aquello de la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura” y también lo de que “los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza”. Y continua Cervantes: “Con estas y semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas, y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara, ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo ello.”
Sería cosa de leer aquellos libros de caballerías, aun a riesgo de volverse loco. Los supongo más divertidos que esas tediosas novelas que tanto abundan en la actualidad, de consistencia plúmbea y que, además, echan todas el mismo gusto por lo que, una vez leída una enhoramala, me abstengo de leer las demás. De todas formas, incluso sin el Amadís de Gaula y las obras de Don Feliciano de Silva, Don Alonso Quijano redivivo perdería también su cordura en el siglo XXI. Porque ahora podría leer cosas como éstas: “De entre todos ellos emergió una arquitectura: un sistema de recursos distribuidos horizontalmente, introducidos como servicios virtuales de TI escalados masivamente y manejados como recursos configurados y mancomunados de manera continua.” O bien: “La funcionalidad de Web 2.0 se basa en la arquitectura existente de servidor web pero con un énfasis mayor en el software dorsal. La redifusión solo se diferencia nominalmente de los métodos de publicación de la gestión dinámica de contenido”. Y tal vez se encontrara con la curiosa lista de al lado. Y no digo nada si oyese hablar de una captura de imagen pues se le vendrían a las mientes quien es el malandrín que captura a la doncella Imagen.
Don Quijote vería gigantes en las torres de telefonía, ésas tan denostadas por poblaciones concienciadas y por santones del paraíso perdido. Y se iría a armar caballero a un puticlub de carretera, tristísimos locales aunque de florida luminaria. Aunque lo más seguro es que en su insanía no saliera del cuarto del ordenador, a todas horas conectado a redes sociales y blogs donde intentaría poner orden y concierto. Y, sin duda se preguntaría el porque y el significado de esos galimatías, crípticos y de lectura entrecortada. Esa abundancia abstrusa de arrobas y almohadillas le comerían el coco. Don Quijote se preguntaría: “ésto debe de servir para algo” o “¿qué hay detrás de esta simbología esotérica?

Claro que la duda de que para que sirve tanta @ y tanta # también la tengo yo, amigo como soy de preguntarme los porque y los para que. Hace unos años, instalamos en la bodega donde se redacta este blog, una estantería de supermercado para colocar libros y cachivaches. Incluso tiene las muescas donde, normalmente, van las etiquetas con el precio de los productos. Los estantes se encajan en los soportes verticales mediante unas uñas metálicas y el obrero que vino a montarla se valía de una especie de mazo de goma para dar golpecitos de forma que las uñas se introdujeran bien en las ranuras. Después de montada, no quedó a mi gusto y redistribuí los estantes. A falta de mazo de goma, me valí del lomo de un libro de regular grosor y, mientras daba los golpecitos, miraba el libro y comentaba conmigo mismo: “ya decía yo que ésto tenía que servir para algo”
Por lo que respecta a las @ y a las # pues sí, ya voy vislumbrando por donde va la cosa y no dejan de tener su utilidad. Pero me malicio también que hay quien piensa que solo por colocar los garabatos a ultranza, entra en el mundo de la modernidad y de la comunicación virtual a gran escala con sus semejantes. Pero la comunicación no es una cuestión tipográfica. Exige el pequeño esfuerzo de redactar tus ideas para ser entendidas por otros y el gran esfuerzo de escuchar atentamente las razones de los demás. Es cuestión de cierta paciencia, de tacto, de comprensión y de tolerancia. Tiemblo al pensar en los vividores del PowerPoint por si ahora les da por llenar las slides de los tediosos símbolos porque no busques, amigo Don Quijote, detrás de ellos no hay nada que tu y yo no sepamos. De todas formas es mejor para ti que te quedes en la Gloria Eterna y no vuelvas. Ten en cuenta que ahora el Doctor Pedro Recio de Agüero, natural de Tirteafuera y doctorado por la Universidad de Osuna, seguiría quitándole la comida a tu escudero Sancho e incluso le obligaría a dejar de fumar.

domingo, 20 de marzo de 2011

Vistaprint y el FuckBook

Suelo ver periódicamente mi correo no deseado, mi correo basura o el spam que recibo. Resulta que la palabra spam proviene de una marca de carne enlatada que consumían los soldados de la Segunda Guerra Mundial. Quiere decirse que si el fenómeno lo hubiésemos bautizado los españoles, habría pasado a llamarse correo basura o fabada litoral. La bandeja de fabada litoral se diría. En este caso, se hubiese cometido una injusticia porque la Fabada Litoral está muy buena. Me malicio también que la carne en lata Spam estaría igualmente buena pero no llegué a probarla porque a esa guerra no me apunté. Pero así son las cosas y cuando un nombre o mote quiere ser ingenioso se la carga, a veces, quien menos culpa tiene. El caso es que reviso el correo no deseado. Ya se sabe que los servidores de correo electrónico tienen la opción de cribar estos mensajes y ordenarlos en una carpeta aparte de la de entrada con criterios que, como luego veremos, son fáciles de suponer. 

En una primera instancia, esta revisión es necesaria por si se hubiese escapado algún mensaje sí deseado. Pero aparte de éso, que no pasaría de una buena costumbre de persona ordenada y meticulosa, reconozco que me gusta ver el spam. No abro el mensaje, por supuesto, porque es cosa sabida que muchos llevan aparejados malware o simple publicidad aburrida o pecaminosa pero los subject son lo suficientemente explícitos y evocadores.


Con su criterio, bueno aunque un tanto ñoño, el filtro de mi Hotmail manda los mensajes de Vistaprint a la bandeja de entrada y los de FuckBook a la de correo no deseado aunque, en puridad, los dos son de propaganda. Pero, tanto a mi como al filtro informático, Vistaprint nos cae simpática y al FuckBook no acabamos de verle la gracia. La primera es una empresa de impresión lo que antes se llamaba y no sé si se seguirá llamando, artes gráficas o material de escritorio. Vine en su conocimiento gracias a la FNAC que también me manda mensajes publicitarios que mi filtro no tira a la basura. El caso es que decidí hacerme unas tarjetas de visita en la que constase mi nombre, un eslogan crítico con mi empresa y unos títulos adquiridos por el sencillo procedimiento de creérmelo. Menos el de médico de cuya licenciatura tengo el correspondiente diploma en papel otorgado por S.M el Rey. En todo caso, buena fue la hora en que me hice las tarjetas pues yo disfruto dándolas tanto como Vistaprint disfruta mandándome un correo a diario que ya está en casa a la hora del desayuno. Son correos desenfados, divertidos e ingeniosos por lo que, de vez en cuando los leo. Pero, también aquí, basta el subject a tenor de “Estimado cliente ¡estás en la lista!” o “El vencedor es ¡el estimado cliente de La Alberca!”.
Los correos de FuckBook van a parar directamente a la basura. Nunca los he abierto y no es que yo sea más bueno que nadie pero esas cosas así, de sopetón, tan por la mañana temprano y tan sin ton ni son pues no me mueven. Sí he tenido la curiosidad de enterarme de soslayo de como funciona el invento. No parece haber delito. El o la que quiere se apunta sabiendo bien a las claras a que se apunta y de ahí vamos al grano. ¡Bueno! Pues si todo el o la que está, está libre, voluntariamente y bien informado me parece bien aunque no sea santo de mi devoción. Otra cosa muy distinta sería el engaño y la propaganda de la prostitución forzada y repulsiva. Aquí bienvenidos todos los filtros y candados y un brazo de hierro de la ley.
Generalizando: que me gusta ver el spam. Me sirve para informarme de por donde va el mundo y, al parecer, sigue yendo por el mismo camino de hace 5000, 2000, 1000, 500, 100 y 20 años. Negocios fáciles, prometidos viajes de ensueño, gangas, ofertas increibles, duros a peseta, sexo, mucho sexo, amor fácil, afrodisiacos y revitalizadores de la belleza y las dotes naturales. Al parecer, las tres palabras que con más frecuencia aparecen en el spam son rolex, viagra y sex. En mi caso concreto, nada de ésto me interesa. No me gustan los Rolex por ser charros y de viejos (y viejas), ni los viajes al Caribe ya que tengo más cerca la carretera de Santa Catalina, ni las pastillitas azules porque (perdóneseme la vanagloria) no me hacen falta para el lecho conyugal. Pero quiero saber que está ahí, quiero verlo por la ventana abierta y sacar mis propias conclusiones. Lo que si pediría, aparte de que no me manden virus, es que todo el mundo supiese y respetase las reglas del juego. Esto es, que no hubiesen listos aviesos dispuestos a engañar a los demás y que no hubiese gente tan incauta (y, todo sea dicho, con su dosis de torpe malicia) que cayese en la trampa. Si el que ofrece el Rolex lo ofrece como copia de oropel y hay alguien que de verdad quiere tener semejante horterada, pues se hace el trato y todos contentos.
Mi consulta es el contrapunto que también me informa de por donde va el mundo: por el mismo camino que iba. Penas, desconsuelos, dolores, desesperanza, desengaños, soledad, incomprensión, amor y desamor, una cierto utilitarismo, unas ciertas ganas de buscar provecho más o menos comprensibles, cables que se cruzan en la cabeza, el paso inexorable de los años, vejez, decrepitud y muerte. Aquí no hay ningún filtro ni lo quiero aunque hay días que acabo hasta el moño y "tomo pesambre". Quzás si todas estas últimas palabras las tuvieran en cuenta los filtros informáticos, nos libraríamos de malas noticias, de días amargados y de jarros de agua fría. Sería insolidario y, sobre todo, tremendamente aburrido.

domingo, 13 de marzo de 2011

Pero ¿existe la locución latina ab se?

Pues no. No tengo claro si existe o existió alguna vez la locución latina ab se. Vencido ya  por su hijuelo el castellano y el spanglish, he olvidado casi el latín que empleaba para hablar a otros desoficiados en el Foro. Solo recuerdo bien de aquella época que no quise conjurarme para asesinar a Julio César. Por eso ahora he tenido que buscar en los canales habituales de Internet e incluso he recibido una comunicación electrónica al respecto de la máxima autoridad mundial en filología clásica, comunicación que, por considerarla de gran interés para la humanidad, copiaré al finalizar este post. Pero, en la medida que estoy seguro de hechos pasados, puedo aseverar que se la oí a un amigo seminarista durante mi adolescencia.
Porque yo era un adolescente inquieto y así como algo culturilla y metido en veleidades libertarias tan a la moda de la época, al que le gustaba hablar con aquel amigo, seis o siete años mayor que yo cosa que, en ese tramo de edad, se nota mucho. De hecho, cuento del día en el que me comunicó que había cumplido veinte años y yo le dije estupefacto: “¡Veinte años...qué viejo!". Estudiaba latines y Teología en el seminario de San Atón en Badajoz (no, no es errata, es San Atón de Pistoya cuya festividad se celebra el 22 de mayo). De este santo me contaba una anécdota. Siendo, como otros santos, muy malo en su juventud lo echó su padre de la casa diciéndole: “¡No vuelvas aquí hasta que seas obispo...!" Pasaron los años y al cabo, llamaron a la puerta de aquel padre y cuando abrió se encontró a un hombre revestido episcopalmente que le dijo : “Padre...¡ya soy obispo!”. Pues el amigo seminarista en una conversación peripatética me dijo que un compañero le pregunto sobre alguna noción confusa a un curita muy viejo y éste le respondió: “¡Hijo mío...Dios es un ser ab se...!” Tuvo que explicarme que ésto quería decir algo así como que Dios no necesita a nada ni a nadie para ser quien es, Ego sum qui sum como dice la Vulgata en Éxodo 3, 14.
Hace pocos días, en una comida familiar en la que nos juntamos dos médicos y una médica, saltó la noticia de las monjitas a las que les habían robado una gran cantidad de dinero. Mis hijos criticaron a las tales monjas poniendo en tela de juicio su utilidad práctica. Yo, mas convencional y pragmático, les dije que las monjas eran necesarias en tanto en cuanto alguien las creyera necesarias. Y les puse un ejemplo: “¿Somos necesarios los médicos? Pues sí, en tanto en cuanto la sociedad y las personas individuales nos consideran necesarios". Y ahora viene lo bueno porque aquella conversación en torno a la mesa me ha hecho reflexionar sobre si los médicos son seres ab se. La profesión nació one million year B.C. porque había que atender a miembros menesterosos de la tribu tales como la que aparece en el cartel de la película. Desde ese momento estelar en que ya un hombre se inclina sobre el compañero enfermo o herido para curarle hasta nuestros días, los médicos han sido una constante histórica y, aunque frecuentemente criticados e incluso odiados, no se ha cuestionado su absoluta necesidad. Parece, sin embargo, lógico pensar que le necesidad de que haya médicos nace de la presencia aparentemente insoslayable del dolor, de la enfermedad y de la muerte. Esto es, en un utópico Mundo Feliz, estorbarían los médicos.
¿Es ésto así? No lo tengo claro porque mi vanagloria profesional me hace pensar que quizás no, que haciéndose partícipes de la idiosincrasia divina, los médicos son seres ab se. Que sean consultados por otros congéneres que se sienten enfermos, que manden radiografías o análisis, que prescriban medicinas o que intervengan quirúrgicamente en el hígado son meros accidentes. Su entidad intrínseca va mucho más allá de éso y de que presten servicios en un sistema público de salud y de que, por ello, perciban un salario. Existen no porque sean necesarios y prácticos para la sociedad sino por su propia e incuestionable esencia. Pero reconozco que todo ésto no pasa de ser disquisiciones para desoficiados como las que mantenía en el Foro en latín. Sin embargo, retrotrayéndonos ahora a lo material y hablando en castellano, no me cabe duda de que el dolor, la enfermedad, la decrepitud y la muerte serán compañeros del hombre en su paso fugaz por la tierra. Por eso, aunque usurpadas las funciones de los médicos por droides, siempre nos quedará la palabra.
Porque verdaderas entidades ab se solo son los basureros, los charcuteros y los recolectores de tabaco y así debería reconocerlo sus respectivos convenios laborales.

Y como lo prometido es deuda, copio la comunicación electrónica recibida:

A las ocho de la tarde te respondo a ti, totalmente despierta, para tratar de resolver tu duda, si es que aún estoy a tiempo. Estos dos últimos días no he mirado el correo, cosa que una persona moderna no debe hacer, de modo que he leído tu mail ahora.
Ese sintagma preposicional por el que preguntas lo habré visto muchas veces, aunque no creo que referido al origen de la divinidad. Ab es una preposición y se es el ablativo del pronombre reflexivo de tercera persona; el ab se puede funcionar como complemento agente de un verbo en pasiva. Podría decirse: Deus hominem et mulierem creat, esto es, "Dios crea al hombre y a la mujer". Esta oración en pasiva sería: Homo et mulier a Deo creantur, "El hombre y la mujer son creados por Dios". Nótese que "a" y "ab" son dos formas de la misma preposición. Si ahora hablamos de quién creó a Dios, si realmente tenemos ganas de hablar de eso, no creo que podamos afirmar que alguien o algo creó a Dios, sino que tendríamos que expresarlo en pasiva: Dios es creado por sí mismo, o sea, Deus ab se creatur. Si el ab se ha quedado como locución habitual en la lengua de la Iglesia, lo ignoro. 
Otra explicación para el ab se es que la preposición indique lugar de partida, origen. Tanto la preposición  ab como la preposición ex indican origen, pero las gramáticas (que, como imaginas, consulto a diario y en varias ocasiones) dicen que ex  indica un origen desde diferentes lugares (ex Africa, por ejemplo, entendiendo Africa como un conjunto de muchas ciudades) mientras que ab señala origen desde un lugar único, desde una unidad (ab urbe, "desde la ciudad", si ésta se entiende como un único elemento, no la suma de casas y habitantes). Si esto es así, supongo que en una oración como Deus ab se surgit o Deus ab se nascitur, "Dios surge de sí mismo" o "Dios nace de sí mismo", ab se indica el punto de partida o el origen de Dios, que no es otro que Él mismo, tomándolo como unidad. Como compaginar eso con lo de uno y trino será cosa de otro correo, me parece  
No sé si estas divagaciones mías sobre ab llegarán a tiempo y, en caso de ser así, te servirán de algo. Ya leeré con antención tu entrada sobre los médicos y su entidad :)
 Viele Küsse!!
Ana

martes, 8 de marzo de 2011

Martes de Carnaval.


¡Qué horror! Nunca me gustó y me sigue sin gustar esta fiesta profana y lúgubre. Mascaras, jolgorio burdo, ocultamiento, supuesto ingenio, travestismo cutre, bailoteo carnal pero sin fuste, fantasia de oropel y niños disfrazados. Se que es necesaria, que la condición humana la requiere y como necesaria y requerida la acepto.

Pero yo, que soy asceta solo de palabra, me consuelo pensando que mañana será Miércoles de Ceniza, principio de la Cuaresma. "Memento, homo, quia pulvis es et in pulverem reverteris"

domingo, 6 de marzo de 2011

Señalización horizontal.

Para los teóricos del carnet de conducir era un quebradero de cabeza: si la raya discontinua está de tu lado y la continua al otro ¿se puede adelantar o no? Cuando yo obtuve dicho carnet era una discusión idealista pues las carreteras locales y aun comarcanas por las que circulábamos, carecían de señalización horizontal. Más aun, estaban sin asfaltar y los coches levantaban molestas polvaredas en su tránsito lo que hizo que mi padre colocase, sobre el filtro del aire del 600, una femenina y sexi media para reforzar las propiedades depurativas del artilugio. De todas formas, nos afanábamos en darle una respuesta coherente al enigma, una respuesta que solo admitía, en plan binario, un si o un no. Según ésto, los que iniciaban su intervención en el debate con un “depende” o con un “según los casos”,  eran rápidamente desposeídos de la palabra por el innato moderador. Eso sí: el si o el no rotundo debían de ir seguidos del argumento lógico en el que se basaba el aserto o, en todo caso, de una regla mnemotécnica que hiciese fácil recordar la respuesta correcta para el duro examen que se avecinaba. Y había quien, de manera rústica, construía todo un algoritmo, un transcendente árbol de decisiones que ayudaba a tomar la adecuada en cada ocasión. Era el triunfo de la ciencia metódica y razonada, aunque fuese por intrincados y palurdos caminos, sobre la intuición. Sigo viendo este vicio en los libros, folletos y sesiones clínicas del saber médico donde muchas veces se presenta un tan complejo como prolijo algoritmo, imposible de memorizar y difícl de seguir en su curso. Algoritmos que, como la torre Eiffel de palillos de la que hablaremos algún día, constituyen un muy buen ejercicio para el que los hace pero un tedio para el que tiene que admirarlos.

Digo que, durante mi niñez y juventud, no había señalización horizontal en las carreteras ni en las calles por las que yo iba. Solo recuerdo los pasos de cebra de Sevilla que era la metrópolis mas cercana. Porque entonces se llamaban así y no paso de peatones y las franjas coloreadas estaban pintadas de amarillo. Y amarillas eran las primeras líneas que aparecieron sobre el moderno y funcional asfalto cuando éste se esparció sobre el añejo polvo de las carretas. La señalización horizontal la tengo asociada al desarrollo social, al despegue de los pueblos, a la profusión de coches de la modernidad, a los centros comerciales, a los viajes largos y a los viaductos de las autovías. Porque señalización vertical si había, poca, pero la había, normalmente no sobre postes metálicos sino pegada a la pared blanqueada de las casas, como los azulejos del anuncio del nitrato de Chile. Luego las rayas, flechas y pintadas se hicieron blancas y a los pasos de cebra se les denominó pasos de peatones y así llegamos a nuestros días. Incluso tenemos el gran logro, para minorías antaño desprotegidas, de que se pinten de azul plazas de aparcamiento con el ideograma del minusválido.

Así que me gusta ver la señalización horizontal. Aparentemente humilde pues, por su propia naturaleza, esta destinada a ser hollada por neumáticos de automóvil y suelas de zapato pero más inspirada, creativa y original que la vertical. No viene prefabricada y lista para instalar sino que un obrero semiartesano la tiene que plasmar sobre el asfalto, dándole la adecuada proporción a las partes de la flecha para que se vean en perspectiva desde el puesto de conducción. Y me parece que no está sujeta a tan rígidas normativas y homologaciones como las señales metálicas. A algún concejal inspirado puede ocurrírsele pintar una gallina porque por allí pasan las aves de corral con sus polluelos y hete ahí la idealizada gallina sobre el suelo. Hay unas máquinas circulantes que dibujan las rayas y las zonas blancas de los pasos de peatones los pinta con pistola un obrero. Previamente, coloca unas tiras adhesivas que delimitan los grandes rectángulos. Es de admiración cuando estas tiras se levantan y ahí quedan relucientes y con exacta geometría las partes blancas y las de puro asfalto en un equitativo reparto de la tierra. Y hacia la lejanía de la calle la blanca mediana acompañada por la línea amarilla que impide convencionalmente el aparcamiento o bien por las blancas que ofertan y delimitan codiciados huecos.
Y si el viajero llega hasta la rotonda de El Alias, al final de la carretera de Santa Catalina, las líneas blancas le llevarán indefectiblemente hasta París o incluso hasta Vilna, la capital de Lituania, donde hay Wi-Fi en todo el casco antiguo, según leí hace poco. Pero dejémoslo estar y quedémonos a comprar la baguette y quizás unos pasteles para el postre dominical en Vázquez y luego cruzar el paso de peatones hasta El Charco, último obstáculo para el cigarrillo tibio de la incipiente primavera aunque sea junto a esa fuente, cansina y municipal, que ahora exorna la plaza.