domingo, 10 de febrero de 2013

De la farmacia y la churrería.


Enfrente de la farmacia de la carretera de Santa Catalina, han puesto una churrería. Digo han puesto porque no tengo recuerdo de que este negocio artesano estuviera allí y llevo viéndolo hace un par de meses como mucho. La razón social del establecimiento sanitario es “Ortega y Briones” que no deja de tener un cierto empaque. Ahora con las multinacionales y las franquicias, los nombres de las tiendas adquieren un cierto timbre monocorde y en todas partes te encuentras con los mismos rótulos. A las razones sociales de antaño, frecuentemente formadas por los dos o tres apellidos de los socios, le cabía una impronta más peculiar, más individulizada e incluso, a veces, más fastuosa. Causaba cierto impacto cuando se añadía un toque familiar tal como “González, Manjón e Hijos”, “Algarín Hermanos” o algo más alejado en la genealogía al modo de “Noguera y Sobrinos”. Se sobreentendía siempre que detrás de estos apellidos había personas que eran buenos negociantes, ingeniosos y emprendedores. También recuerdo el lustre que le daba a mi calle de niño el reclamo que hizo instalar mi tío abuelo Antonio, donde rezaba en letras entrelazadas un tanto art decó: “Casa Comesaña. Tejidos, Calzados y Coloniales”. Y colonial era aquel café y aquella azúcar que se vendía a granel envolviéndolo en papel de estraza que el dependiente plegaba con gestos al mismo tiempo ágiles y mayestáticos.

Con el paso del tiempo, quizás ya sólo sean las farmacias las que mantengan esta razón social de apellidos a buen seguro ilustres. Y así nos lo dice la de la carretera de Santa Catalina: “Ortega y Briones”. En cambio, la churrería que han puesto enfrente, tiene un nombre más coloquial, más de andar por casa y se llama simplemente “El Abuelo”. No se trata de un local fijo ubicado en los bajos de una casa, sino de una industria ambulante cobijada en un remolque donde se acomodan sacos de harina, bombonas de butano, garrafas de aceite y la máquina que hace salir la masa para ser convertida en churro tras caer en la inmensa  e hirviente sartén. Tampoco es tienda diaria sino solo de los fines de semana. Así que sábados y domingos por la mañana, aparecen el coche que arrastra el remolque y se colocan en el arcén, justo enfrente de la farmacia. Ignoro como conseguirán los churreros este prodigio de tener siempre reservado este trozo de asfalto, exactamente el mismo, ni unos metros más al norte o más al sur. Y allí quedan farmacia y churrería y entre ellas pasa la barahúnda del tráfico, el bus 6 y algún que otro coche de los muertos del Tanatorio “Arco Iris”. Asia a un lado, al otro Europa y allá al frente el puente de la autovía de Cartagena.


Sin saber exactamente por qué, me ha parecido curiosa esta vecindad. De todas formas y en líneas generales, no es cuestión baladí el tema de las vecindades. Ni mucho menos. “Grande consuelo es tener la taberna por vecina” se dice en la “Cena Jocosa” de Baltasar del Alcázar, poesía que viene en todas la antologías escolares y en las de la llamada cultura general pero que no parece tener vida propia. Teóricamente, la taberna es una buena vecina pero estoy seguro de que no todo el mundo estará de acuerdo con este aserto por razones obvias. Y si la vecindad es de dos negocios, la cosa se complica aun más porque, a las razones de la proximidad y el roce estrictamente humano, hay que unir consideraciones comerciales y de un adecuado reparto de la clientela. Desde este punto de vista, no parece que deba haber ningún reparo, si los negocios considerados y vecinos son una farmacia y una churrería. Impensable que pueda haber competencia. En la farmacia venden medicinas y en la churrería, churros. Por enrevesado que se sea, no es creible que pueda haber el más mínimo conflicto.

Según dice la propaganda que recibimos los médicos e incluso los profanos, las medicinas son productos sujetos a la más elevada I+D+i. Siempre me ha hecho gracia este trinomio que ha venido a sustituir al ya obsoleto I+D y nunca he sabido exactamente que es lo que quiere decir. No es que no sepa de que palabras son iniciales la I, la D y la otra i que es fino escribirla en minúscula. Lo que se me oculta en su esencia intrínseca, su valor verdadero, su última utilidad y, por consiguiente, he llegado a la conclusión de que, en realidad, no hay ninguna, ni esencia, ni valor, ni utilidad. Son una de esas tantas cosas que los vividores del cuento repiten en sus filminas y que la gente se queda tranquila cuando las ve porque hay cosas que creemos obligadas como que salga el león de la Metro cuando empieza la película. Bien, los medicamentos están sujetos a la I+D+i y los fabrican obreros con monos, escafandras y guantes esterilizados que portan pipetas y aparatos de medida muy rigurosos. Los churros, en cambio, los fabrica un churrero o churrera con un mandil blanco y los proverbiales palos de madera. Es una industria artesana y solo el arte y la experiencia dicta cual es la adecuada proporción de harina y agua, cuanta la temperatura del aceite y cuanto el tiempo de fritura.

Así que quedémonos tranquilos. La farmacia “Ortega y Briones” dispensa con tan exquisita profesionalidad como amabilidad los fármacos específicos y la churrería “El Abuelo” expende unos que suponemos deliciosos churros. Todo en amor y concordia y buena vecindad. Yo, por mi parte, me felicito por esta novedad de la carretera de Santa Catalina. Porque por allí seguiremos pasando los fines de semana, camino de la ciudad, y me será grato olisquear, siquiera sea brevemente, el olorcillo de los churros recién fritos sabiendo que, justo enfrente, esta el olor también agradable de las pomadas y embrocaciones que tanto alivian las rodillas doloridas.

2 comentarios:

  1. Los mejores churreros, los de Madrid De verdad , sin menoscabo a tu vecino churrero, Un saludo, y como siempre genial y evocador post

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    1. No dudo de que los mejores churros sean los de Madrid. De hecho, los comía muy buenos en la cafetería "Nebraska", de la Gran Vía. Me gustaba este local por su nombre exótico y supuestamente cosmopolita y por su decoración de un modernismo viejuno. Ignoro si habrá cambiado o desaparecido porque hace años que no voy por ahí.
      ¡Muchas gracias por tu comentario y tus amables palabras!

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