domingo, 14 de abril de 2013

De la Piedra de Rosetta al cartón de la leche Pascual.


No me gusta la fruta de postre. Un amigo me dijo una vez que es un error gastronómico haber encasillado a estos vegetales - por que no dejan de ser vegetales- para terminar la comida y que podían servir mejor como entrante o incluso como aperitivo. No sé. Tal vez tenga razón o, al menos, es una teoría intrigante pero no acaba de convencerme. Como yo sé que tampoco convenzo a nadie con mis denostaciones de la fruta pero no dejo de sostener que después de un muy buen chuletón de tres dedos de gordo y poco hecho sienta como un jarro de agua fría que te ofrezcan una naranja o un par de rodajas de melón. Así que para mi gusto queden para los cumpleaños la obligada tarta, para algunos días señalados, los pastelitos de El Corte Inglés, para días de diario algo de chocolate inexcusablemente tomado con pan y, en caso de que la comida haya sido liviana, viene bien un vaso de leche con los típicos dulces murcianos, como los de “La Meseguera” en La Alberca o la “Luna” en Santo Ángel. Son estos dulces recios y sabrosos, puestos al día siempre con la sabiduría popular. Su único pero es su palatabilidad algo secarona. Para obviar ésto hay que recurrir al vasito de vino dulce, práctica en mi opinión abominable, o al vaso de leche, sobre todo si es entera y dejamos de lado al colesterol.

Así que muchos días, a los postres, tengo frente a mi la teoría de rosquillas surtidas y el cartón de la leche Pascual. Nótese que no digo “la leche Pascual” si no “el cartón de la leche Pascual”. Porque este envase, azulón y ecológico, da mucho de si. Servida la ración 
en el vaso queda ahí, sobre la mesa, para su contemplación y estudio. E inexorablemente me acuerdo de la Piedra de Rosetta. ¡Qué admiración me producía a mi de niño esta historia! ¡Qué paciencia, qué meticulosidad, qué capacidad de introspección la de aquellos eruditos! Gracias a aquella triple redacción y a un arduo trabajo se pudieron descifrar y leer los jeroglíficos egipcios. Pero nuestro cartón de la leche Pascual supera a la Piedra pues trae hasta una cuádruple redacción. Así si colocamos el prisma con el tapón hacia el norte debemos examinar primero la cara de poniente y ahí leemos en letras blancas sobre el fondo azulón:

INFORMACIÓN NUTRICIONAL
INFORMAÇAO NUTRICIONAL
NUTRITIONAL INFORMATION
INFORMATION NUTRITIONELLE

¡Ahí es nada! Mientras saboreo la rosquilla, deduzco en buena ley que la palabra española INFORMACIÓN se dice en portugués INFORMAÇAO, INFORMATION en inglés (y aquí hay que hacer gala de la misma agudeza de Champollion para no caer en la trampa) y también INFORMATION en francés. Pero no para ahí la cosa porque más abajo leo:

Grasas/ Gorduras/ Fat/ Lipides
De las cuales/ Das quais/ Of which/ Dont
Saturadas/ Saturates/ Saturés

Y un proceso deductivo análogo al anterior nos lleva a un conocimiento de tal magnitud que casi nos convierte en políglotas. Y como este ejercicio nos ha dejado exhaustos, debemos mordisquear otra rosquilla con sus correspondientes sorbos de leche (leite/ milk/ lait) y nos relajamos mirando la cara opuesta, la de levante, donde entre otros datos a cual más interesante, la empresa láctea nos dice que: “contribuimos a la reforestación plantando anualmente más de 1.200 árboles”. Pero ésto ya solo en castellano por lo que nos quedamos con las ganas de saber cómo se dice “reforestación” en portugués, inglés y francés. Y ahora ya, terminado el postre y con él la comida, a dormir la siesta sin dejar de repasar lo aprendido en el primer duermevela.

Y es en ese duermevela en el que paradójicamente parece que el cerebro despierta de su letargo neuronal y nos hace listos, cuando el cartón transidiomático de la leche Pascual y la Piedra de Rosetta revolotean en la alcoba como dos mariposas que se persiguen una a la otra. Y ahora caemos en la cuenta de que se nos olvidó examinar las caras del norte y del sur que es donde aparece lo verdaderamente importante: ¡la vaca (vaca/ cow/ vache)!  Por tanto, la pregunta es inevitable: ¿dónde tendrá “la vaca” la Piedra de Rosetta? Y así me percato una vez más de que se ha desinflado el entusiasmo infantil que mostraba por aquel icono aunque los niños actuales si lo sigan mostrando a pesar del traductor de Google. No hay duda de que peco de ramplón pero me interesan mucho más las rosquillas y la leche que lo que pudo garabatear aquel pobre egipcio porque, en realidad, cuando uno se pone delante de una piedra o una pared o simplemente un papel siempre se tiende a escribir lo mismo.

Bien pensado, la historia de la Piedra de Rosetta es una historia de guerra. Que si la descubrieron los franceses cuando Napoleón invadió Egipto, que si luego los derrotaron los ingleses y se quedaron con la joya, que si ahora las reclaman los egipcios y los museos dicen que son instituciones transnacionales. En fin, mucho lío aunque una cosa esta clara: que aunque guerra se diga guerra, war y guerre y hambre fome, hunger y faim todos, desde el anónimo egipcio hasta nuestros días, sabemos bien lo que significan.

2 comentarios:

  1. Estoy con usted. Don Manuel, nos interesa más la leche y rosquillas que la piedra -Roseta con sus garabatos, que ya los conocen los niños desde la escuela.
    Una estupenda lectura, siempre me encanta leerlo, un saludo muy atento.

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    1. ¡Gracias por tu comentario! Efectivamente, para leer y entender la Piedra de Rosetta siempre hay tiempo pero la hora de comer se pasa. Así que no nos falten la leche y las rosquillas.
      Un saludo.

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