miércoles, 11 de mayo de 2011

Makermedals machine.

El Credo, después de su impresionante comienzo "Credo in unum Deum Patrem omnipotentem, factorem cœli et terrae," lo dice bien claro: "sedet ad dexteram Patris, et iterum venturus est cum gloria iudicare vivos et mortuos;"  Y así hemos de creerlo, aun dándonos miedo la inminente Parusia, aunque solo sea por falta de algo mejor en que creer. Por éso y porque, abastecido de corbatas y de latas de mejillones, no me apetecía acudir a El Corte Inglés, esta última mañana de sábado, subí hasta el Santuario de La Fuensanta, patrona de Murcia, para rezar a Dios y a la Virgen por vivos y difuntos. Lo primero pues, devota visita, aunque ahora la imagen de la Virgen no está allí sino en la catedral a donde baja dos veces al año. Encendidas las velitas eléctricas por el precio de 10 céntimos cada una mientras miraba con disimulo a un fiel orante, arrodillado en las mismas escaleras del altar, sin que llegase a enterarme con precisión de cual era la causa de su aparente cuita, me pude permitir acercarme a la Terraza Quitapesares. Allí fue el rico café en un mostrador casi solitario. Supuse que por ser terraza por definición, tanto tradicional como legal, se podría fumar pero no vi ceniceros y aprecié que, en el suelo, no había ni una colilla. Por éso me retiré a un espacio de nadie para encender el cigarrillo mariano.
Y ahora, toda la ciudad, parte de su alfoz y lo que va quedando de huerta, lo tenía de paisaje. Muy bonito. Pero, desde la primera vez que subí al monte hace ya casi 30 años, comprendí que era un déjà vu. Yo, de niño, había visto aquello. Mucho antes de que supiese que iba a venir a Murcia para quedarme, conocía aquel cielo y aquella tierra. No estoy seguro, pero creo que era en unas grandes latas de pimentón destinado a su venta a granel, donde vi premonitoriamente éste paisaje y, desde entonces, no lo había olvidado hasta la hora de encontrarme con él cara a cara. Debe ser porque el destino se nos desvela a retazos o quizás se trata tan solo de buena memoria. También puede contribuir un detalle escabroso. Los productos murcianos que llegaban hasta mi pueblo, solían ser exactamente de Churra adonde si el caminante quiere llegar, no tiene más que coger la carretera de Churra o abordar el bus 57. Este nombre me hacia una gracia escatológica porque “churra” era también, en mi infancia, el nombre del miembro viril aunque entonces solo nos servía para hacer pipí. 
Todos estos estos pensamientos acompañaron al cigarrillo, terminado el cual, solo me quedaba visitar la tienda de recuerdos. Por supuesto, buscaba un mechero con la imagen de la Virgen y me felicité al encontrar varios modelos de distintos precios. Y, de repente, me encuentro mirando a una máquina de guerra como las que diseñara Leonardo da Vinci, colocada junto a una pared del local. Éso fue, al menos, lo que pensé en una primera instancia al ver aquella enorme y potente manivela y aquellos descomunales engranajes destinados, sin duda, a manipular piedras para la catapulta. Pero una calmada inspección me sacó del error: se trataba de una makermedals machine. Podías convertir una moneda de euro o una moneda de 5 céntimos en una bonita medalla. ¡Qué cosa tan interesante y tan divertida! Leí varias veces las sucintas instrucciones para pasar a la acción sacando una moneda de un euro del bolsillo dispuesto a transformarla en medalla. Había que meterla en una ranura situada sobre una base y luego deslizar ésta hacía adelante. Lo intenté varias veces pero la base deslizante volvía hacía mi sin que la máquina se tragase la moneda. Viendo mi torpeza, el dependiente de la tienda me dijo con voz de confesor:
- Hay que meter las dos monedas.
- No, mire usted, yo quiero hacer medalla la moneda de euro...
Con santa paciencia, el dependiente continúo:
- Es que lo que se hace medalla es solo la moneda de cinco céntimos. La de euro es...¡ejem, ejem!...lo que cobra la máquina...
Ahora todo estaba claro. Sabiendo como sé como funciona el mundo, al hacer mis cábalas sobre la medalla preferida, no había caído en la cuenta de este detalle. ¿Dónde estaba la ganancia si yo metía una moneda de euro y la máquina me la devolvía convertida en medalla? Naturalmente, no me importó que el monasterio me solicitase un precio y seguí con el procedimiento, ahora correctamente. Introduje el euro y los 5 céntimos, cada uno en su ranura, deslicé la base y sentí el ruido inconfundible de las monedas al caer en un fondo metálico, ese ruido que, al parecer, subyuga tanto a los ludópatas. Ahora, según las instrucciones, había que girar la enorme manivela en el sentido de las agujas del reloj. Di una vuelta y dos y tres sin ningún esfuerzo para tan magna maquinaria. Los engranajes giraron pero no ocurría nada más. Miré desconsolado al dependiente y éste volvió a explicarme con su santa paciencia:
-Tiene que seguir dando vueltas. Notará que la palanca se endurece y luego saldrá la medalla.
Por segunda vez comprendí. Me faltaba fe. Yo estaba girando incrédulo la manivela. Pero ahora, sabiendo que el milagro iba a ocurrir, volví a girar con ahínco. Otra vuelta, dos, ahora la palanca se endurece, se endurece más, otra vuelta y el milagro. En el cajetín que hay a la derecha oigo ese ruido tampoco apto para ludópatas que indica que la moneda de cinco céntimos vuelve a salir a la luz convertida en medalla. La recojo y la miro con arrobo. Con ella en la mano, miro a mi amigo el dependiente y a una pareja de peregrinos que han observado mis evoluciones. Y todos sonreímos contentos, congratulándonos del buen final de la empresa.
Salgo a la mañana radiante de la explanada del santuario. Son las doce del mediodía y la campana conventual entona el Angelus. Y el cielo y la tierra, el paisaje todo de la lata de pimentón que hacían en Churra, queda suspendido del hilo divino. Afortunadamente, tengo en el bolsillo el último poema de mi compañero Pascual López, hecho verso a verso tras contemplar el fresco de la “Ultima Cena” en Milán. Y con él, agnóstico que cree en Dios, oigo la campana sobre un mundo donde sus habitantes pintan cuadros conmovedores y fabrican máquinas de guerra.






"Tan nulo como soy en esto de las creencias,
de los dioses,
de los antaño como "Babeles" no inteligibles;
de los sueños que se fueron en un Edén perdido
y misterioso...
 
Y tan presente como soy en este infierno
de dolor tangible y doloroso,
Cruz presentida, azotes de traición
y de mentira...Lluvia de lodo
en los estigmas que serán silencio en mis manos.
 
¿Por qué preguntaré...Traición al Hombre,
abandono al Padre...?
¿Por qué susurro y llanto como prueba
de un más allá que no he buscado...?
Oración de perplejidad. Y pan ácimo.
 
Y yo sólo quería una palabra: un canto
como de un río caudaloso,
como de una corriente, ola incluso,
mar y remanso de unos ojos que ahora son
ausencia, sangre y...¡Padre...!.
 
¿Tanto daño te hice para que me ungieras nuevamente de abandono?"

3 comentarios:

  1. Hola,

    Si quieres saber en que otros enclaves hay "monedas elongadas" puedes visitar mi blog www.elongando.com

    En él encontrarças un catálogo con el listado de todas las que conozco en España ordenadas por provincias. En Murcia hay unas cuantas y en muchísimas en enclaves religiosos de toda la península.

    Un saludo,

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    1. ¡Muchas gracias por tu comentario! Queda en la lista de las tareas pendientes visitar tu blog y es que realmente me interesa saber donde más hay maquinitas que transformen la moneda de 5 céntimos en una medalla o en un recuerdo. La última que vi fue en el Mini Hollywood que hay cerca de Tabernas, en Almería aunque éste no es precisamente un enclave mariano. Me ha gustado lo de "elongar" y que el procedimiento mecánico tenga nombre propio. Un saludo.

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    2. Hola Manuel. Me alegro de que te guste el invento, tiene mas de 100 años de historia, las primeras monedas elongadas que se conocen son de la Exposición Universal de Chicago en 1893 conmemorando el 4º centenario del descubrimiento. Como ejemplo de localizaciones, en la provincia de Murcia, exixten máquinas de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca, de la Virgen de la Esperanza (Calasparra), de la Virgen de la Fuensanta, en Terra Natura, una turística en el castillo de Lorca y otra en la Cofradía del Paso Blanco también en Lorca. Si alguna vez las nombraras en tus entretenidas "crónicas" espero no perderme su lectura. Un "elongado" saludo.

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