Creo como cosa cierta que existen cuerpos gloriosos en este mundo. En el venidero, lo serán todos aquellos hallados buenos en el Juicio Final. Pero aquí, en la vida mortal, solo unos pocos están eximidos de ciertas miserias y sinsabores. El resto está sujeto a las flaquezas de la carne corruptible y a los intrincados mecanismos fisiológicos por los que está carne sobrevive hasta la hora de su muerte. Más aun: lo que es estrictamente fisiológico hace su cometido. Pero luego la inteligencia del hombre y su sentido social se ven obligados a ir más allá, a implementar (como quiere el palabro que a mi, personalmente, se me torna un tanto arisco) medidas que limen y pulimenten lo que la naturaleza dejó un tanto sin ultimar. Ya en este blog se hablo en una ocasión de los cuartos de baño, posiblemente, junto con la cocina, las dos más útiles estancias de las casas, los dos sitios en los que aquello que es intrínsecamente feo y desagradable, se convierte en arte, belleza y objeto del deseo.
Justo es ahora que dediquemos esta entrada a un adminículo del que no se trató en aquella entrada. Me refiero a la escobilla del water. Objeto humilde donde los haya, dedicado a una enojosa y sucia misión y por ello muchas veces injustamente denostado. Repito que hay cuerpos gloriosos que se jactan con razón de no tener que utilizarla pero la inmensa mayoría - creo - estamos sujetos a la servidumbre de su uso. El caso es que yo no recuerdo que la tal escobilla existiese en mi casa cuando yo era niño. Tampoco la recuerdo en los cuartos de baño comunales del colegio de los jesuitas, ni siquiera en los pisos compartidos de estudiante de medicina. Debía existir, supongo que existiría pero el caso es que yo no la recuerdo. Hete aquí que estamos ante algo que, en la actualidad, es absolutamente imprescindible y omnipresente y no puedo decir cuando la vi y la usé por primera vez.
Como la madurez me permite saber por donde va el mundo y lo malo que es en bastantes ocasiones, he llegado a la conclusión de que la escobilla del water irrumpió en los cuartos de baño cuando el llamado servicio doméstico empezó a gozar de ciertos derechos. Los pobres ya se sabe, son pobres y no entran en detalles. Pero la clase acomodada no debía de limpiar la taza del water dejando esta labor y la mayor o menor cantidad de mierda adherida, a las sirvientes. Con la democratización de las costumbres, se vio como cosa natural que cada uno eliminase concienzudamente sus residuos. Y el Mercadona de la época diseñó la tan útil como igualitaria herramienta. Y así ahora la tenemos tanto en casa como en los aseos de distintos lugares públicos especialmente bares que son los que, con mayor frecuencia, sirven para aliviar los apremios inoportunos. Pero ¡ojo! sigue habiendo clases y detalles diferenciadores. Así constato que no hay escobillas en El Corte Inglés pero sí en los cubículos del Erosky. Y ¿qué es lo preferible?
Pues en el caso de El Corte Inglés y el Erosky la respuesta es irrelevante porque los usuarios son (y digo son ya que yo, afortunadamente, solo los uso para hacer menores) normalmente anónimos, absolutos desconocidos que se cruzan fugazmente. El drama está en los hoteles, en cuyos cuartos de baño no hay escobillas. Y aquí sí. Aquí es frecuente que estemos varios días (o noches según la jerga) con lo cual por una parte te haces más conocido y pasas a tener el nombre que aparece en la tarjeta de crédito y por otra parte hasta yo ¡ay! tengo que hacer mayores. Y ésto me provoca una verdadera crisis de identidad. En principio se supone que soy un huésped y que debo ser tratado como tal, ésto es, con todos los honores. Pero en mi credo social no consta que pueda dejar ciertas partículas de suciedad para que sean limpiadas por otra persona cualquiera sea su sexo, creencias o condición. Tampoco es cuestión de accionar repetidas veces la cisterna porque se malgasta la escasa agua. Así que me valgo de maniobras, cuya minucia escabrosa omito, para dejar las cosas a gusto de la gobernanta.
Y mientras escribo esta líneas me ha venido como un recuerdo vago de unas primigenias escobillas cuyo mango era de madera natural y las fibras tal vez de esparto. En todo caso, estaban dotadas de un orificio, en donde se anudaba un lazo de guita, lo que permitía colgarla de una alcayata o de un simple saetín. Ya hace bastante tiempo que no la veo así, pendulando en la pared, aunque la foto de los elementos baratos y a batiburrillo del Erosky hace pensar que sigue existiendo. De todas formas, puede verse que, incluso en los bares populares que me gusta frecuentar, ocupa su resignado puesto en un rincón pero dotada de un soporte que recoge las miasmas. Que el armazón sea de plástico, metálico o de fantasía es ya cuestión de gustos.
Dos consejos avalados por mi larga experiencia y savoir-faire. El uno que se eviten aquellas cuyo soporte se fija a la pared salvo para esos cuartos de baño que adornan bastantes casas y que se dedican “exclusivamente a los invitados”. Estos modelos son de más difícil limpieza, más inestables y de peregrino equilibrio por lo cual el mango suele quedar inclinado dando cierta impresión de desidia. Y el segundo es que no deben comprarse aquellas metálicas dotadas de una a especie de gavilanes de espada y con un extremo que se enrosca al cuerpo. Esta solución es deleznable y el extremo tiende a desenroscarse con los movimientos circulares que deben realizarse. Luego hay que proceder a la recomposición en una ingrata pérdida de tiempo.
Así que, señoras, caballeros, cuando den unos últimos golpes secos sobre el reborde de la taza del water con el fin de sacudir las últimas gotículas, tendrán la sensación y la satisfacción de la obra bien hecha.
Manuel: como curiosidad te comento una utilidad de la escobilla del wáter. Sirve para retocar el gotelé de las paredes, lo vi la última vez que me pintaron la vivienda; pones pasta encima de las puas y a modo de catapulta la vas lanzando a la pared, cuanto mas largas dejes las puas o cerdas al sujetarlas mas gordas son las gotas.
ResponderEliminarAquí te dejo un párrafo de un foro de bricolaje, donde lo explica un poco:
Me han colocado unas ventanas y alrededor del marco ha quedado una zona de yeso en la que se ha cubierto la textura del gotelé. ¿Como puedo reparar el gotelé de la zona sin tener que recurrir al aparatoso compresor.?
Muchas gracias. Jesus Rodriguez
Para no complicarse la vida y reparar el gotelé en zonas pequeñas, se puede recurrir al viejo truco de lanzar el temple (que esté espeso) contra la pared con una escobilla de baño o una brocha dura. Moje la escobilla o la brocha en el temple y flexione los pelos o cerdas con la mano de forma que la pintura salga disparada en goterones. Practique primero en otras superficies antes de hacerlo en la zona a arreglar. También podría utilizar una tirolesa (pequeña herramienta manual para tirar la gota dándole a una manivela), pero para una zona tan pequeña creemos que no le merece la pena.
Un saludo
Javier Piqueres
Muchas gracias; Javier por tu comentario.
ResponderEliminarEl uso que comentas de la escobilla del water se trataría de una auténtica aspersión, no de agua pero si de pintura. Salvando la diferencia entre lo humano y lo divino, me recuerda a la aspersión eclesiástica con hisopo, un ritual de limpieza. Y es que la escobilla del water da para mucho.
http://www.dailymotion.com/video/x6s17h_asperges-me-domine_music
Un saludo.