Don Feliciano de Silva, nacido en Ciudad Rodrigo, fue un prolífico escritor de libros de caballerías que continuaban la saga del Amadís de Gaula. Cervantes no debía tenerle en estima pues es cosa sabida que los literatos y, en general, los artistas no suelen caerse bien unos a otros. De hecho, en el primer capítulo del Quijote, se lee como Don Alonso Quijano se vuelve loco por leer tal clase de libros, por leerlos con tal avidez que hasta se vio precisado a vender algunas hanegas de sus tierras para comprar todos los que hubiere. Y aquí se cita a nuestro Don Feliciano que, al parecer, escribió aquello de “la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura” y también lo de que “los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza”. Y continua Cervantes: “Con estas y semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas, y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara, ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo ello.”
Sería cosa de leer aquellos libros de caballerías, aun a riesgo de volverse loco. Los supongo más divertidos que esas tediosas novelas que tanto abundan en la actualidad, de consistencia plúmbea y que, además, echan todas el mismo gusto por lo que, una vez leída una enhoramala, me abstengo de leer las demás. De todas formas, incluso sin el Amadís de Gaula y las obras de Don Feliciano de Silva, Don Alonso Quijano redivivo perdería también su cordura en el siglo XXI. Porque ahora podría leer cosas como éstas: “De entre todos ellos emergió una arquitectura: un sistema de recursos distribuidos horizontalmente, introducidos como servicios virtuales de TI escalados masivamente y manejados como recursos configurados y mancomunados de manera continua.” O bien: “La funcionalidad de Web 2.0 se basa en la arquitectura existente de servidor web pero con un énfasis mayor en el software dorsal. La redifusión solo se diferencia nominalmente de los métodos de publicación de la gestión dinámica de contenido”. Y tal vez se encontrara con la curiosa lista de al lado. Y no digo nada si oyese hablar de una captura de imagen pues se le vendrían a las mientes quien es el malandrín que captura a la doncella Imagen.
Don Quijote vería gigantes en las torres de telefonía, ésas tan denostadas por poblaciones concienciadas y por santones del paraíso perdido. Y se iría a armar caballero a un puticlub de carretera, tristísimos locales aunque de florida luminaria. Aunque lo más seguro es que en su insanía no saliera del cuarto del ordenador, a todas horas conectado a redes sociales y blogs donde intentaría poner orden y concierto. Y, sin duda se preguntaría el porque y el significado de esos galimatías, crípticos y de lectura entrecortada. Esa abundancia abstrusa de arrobas y almohadillas le comerían el coco. Don Quijote se preguntaría: “ésto debe de servir para algo” o “¿qué hay detrás de esta simbología esotérica?
Claro que la duda de que para que sirve tanta @ y tanta # también la tengo yo, amigo como soy de preguntarme los porque y los para que. Hace unos años, instalamos en la bodega donde se redacta este blog, una estantería de supermercado para colocar libros y cachivaches. Incluso tiene las muescas donde, normalmente, van las etiquetas con el precio de los productos. Los estantes se encajan en los soportes verticales mediante unas uñas metálicas y el obrero que vino a montarla se valía de una especie de mazo de goma para dar golpecitos de forma que las uñas se introdujeran bien en las ranuras. Después de montada, no quedó a mi gusto y redistribuí los estantes. A falta de mazo de goma, me valí del lomo de un libro de regular grosor y, mientras daba los golpecitos, miraba el libro y comentaba conmigo mismo: “ya decía yo que ésto tenía que servir para algo”
Por lo que respecta a las @ y a las # pues sí, ya voy vislumbrando por donde va la cosa y no dejan de tener su utilidad. Pero me malicio también que hay quien piensa que solo por colocar los garabatos a ultranza, entra en el mundo de la modernidad y de la comunicación virtual a gran escala con sus semejantes. Pero la comunicación no es una cuestión tipográfica. Exige el pequeño esfuerzo de redactar tus ideas para ser entendidas por otros y el gran esfuerzo de escuchar atentamente las razones de los demás. Es cuestión de cierta paciencia, de tacto, de comprensión y de tolerancia. Tiemblo al pensar en los vividores del PowerPoint por si ahora les da por llenar las slides de los tediosos símbolos porque no busques, amigo Don Quijote, detrás de ellos no hay nada que tu y yo no sepamos. De todas formas es mejor para ti que te quedes en la Gloria Eterna y no vuelvas. Ten en cuenta que ahora el Doctor Pedro Recio de Agüero, natural de Tirteafuera y doctorado por la Universidad de Osuna, seguiría quitándole la comida a tu escudero Sancho e incluso le obligaría a dejar de fumar.
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