lunes, 4 de julio de 2011

La carretera de Patiño.

La carretera de Patiño es la hermana menor de la carretera de Santa Catalina. Está claro que tuvieron el mismo padre pero no tengo nada seguro que la madre fuera la misma. Paralelas ambas, separadas como un kilómetro, la primera al este de la segunda, esto es, aguas secas de El Reguerón abajo, van de sur a norte para recorrer la distancia que separa la Costera Sur de Murcia. Aunque el nombre oficial en los mapas es Carretera de La Fuensanta, se la conoce más como de Patiño porque atraviesa esta pedanía. La transita el bus 29 que, ya que para como el 6 en el transformador y en El Charco, podemos abordar para ir hasta la ciudad. Hermana menor digo pues es algo más estrecha y tortuosa que la de Santa Catalina y el puente que cruza El Reguerón, más bajo y angosto. Aunque su inicio está en la salida de Santo Ángel hacia Algezares, la mejor manera de llegar a ella es desviarse de Santa Catalina por el Carril de la Cierva y así, tras un agradable paseo de poco mas de un cuarto de hora, llegamos a la altura del puente.
El gran encanto de este puente sobre el bosque de cañas de El Regueron, es que, toda la zona, es un selvático cruce de caminos que resuelve eficazmente la pequeña obra de ingeniería de la instalación semafórica. Allí tiene también parada el bus 29 y por allí vive una de mis enfermas que perdió hace 28 años a su Antonio y luego perdió el sueño. Por la primera pérdida sigue de riguroso luto a pesar de mis consejos en contra y por la segunda, se dedica a hacer sopas de letras en las madrugadas de la huerta. Le comenté que, en un salto de progresía, intentase hacer también sudokus. Cuando, con la ayuda de su hija, traté de informarla de lo que eran éstos, me contestó que se le daban muy mal las cuentas. Y es que, aunque no dispongo de datos estadísticos exactos, puedo afirmar que la mayoría de mis enfermas son de letras.
No hay ningún monolito, ningún monumento, ni siquiera una simple placa metálica que lo recuerde, pero éste semáforo del puente de El Reguerón de la carretera de Patiño fue el primero que funcionó en el mundo. Recuerdo que yo asistí a su inauguración, con traje, camisa y zapatos blancos, una pajarita de lunares y tocado con un jipijapa. Y de ésto, precisamente hoy, hace 100 años justos. Así que no fue en Cleveland donde funciono por primera vez uno de estos artilugios luminotécnicos sino aquí, en este humilde cruce de la carretera de Patiño con el Carril de Balibrea. Pero, sin que yo sepa el por qué, nadie escribió la reseña de aquello y el mérito se lo lleva la ciudad de Ohio.


Por consiguiente, antes de regresar a El Charco para premiarme en la mañana con un café y un cigarrillo en la terraza de Willow, hago fotos para colgarlas en este blog, tanto del Carril de la Cierva como del semáforo de marras y su entorno. Caracoles, cañas, señales de circulación emboscadas y palmeras, en unión con esta modernidad pedánea conformando, uno de los paisajes más insólitos del mundo. Al menos, para este humilde paseante.
















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