Suelo ver periódicamente mi correo no deseado, mi correo basura o el spam que recibo. Resulta que la palabra spam proviene de una marca de carne enlatada que consumían los soldados de la Segunda Guerra Mundial. Quiere decirse que si el fenómeno lo hubiésemos bautizado los españoles, habría pasado a llamarse correo basura o fabada litoral. La bandeja de fabada litoral se diría. En este caso, se hubiese cometido una injusticia porque la Fabada Litoral está muy buena. Me malicio también que la carne en lata Spam estaría igualmente buena pero no llegué a probarla porque a esa guerra no me apunté. Pero así son las cosas y cuando un nombre o mote quiere ser ingenioso se la carga, a veces, quien menos culpa tiene. El caso es que reviso el correo no deseado. Ya se sabe que los servidores de correo electrónico tienen la opción de cribar estos mensajes y ordenarlos en una carpeta aparte de la de entrada con criterios que, como luego veremos, son fáciles de suponer.
En una primera instancia, esta revisión es necesaria por si se hubiese escapado algún mensaje sí deseado. Pero aparte de éso, que no pasaría de una buena costumbre de persona ordenada y meticulosa, reconozco que me gusta ver el spam. No abro el mensaje, por supuesto, porque es cosa sabida que muchos llevan aparejados malware o simple publicidad aburrida o pecaminosa pero los subject son lo suficientemente explícitos y evocadores.
Con su criterio, bueno aunque un tanto ñoño, el filtro de mi Hotmail manda los mensajes de Vistaprint a la bandeja de entrada y los de FuckBook a la de correo no deseado aunque, en puridad, los dos son de propaganda. Pero, tanto a mi como al filtro informático, Vistaprint nos cae simpática y al FuckBook no acabamos de verle la gracia. La primera es una empresa de impresión lo que antes se llamaba y no sé si se seguirá llamando, artes gráficas o material de escritorio. Vine en su conocimiento gracias a la FNAC que también me manda mensajes publicitarios que mi filtro no tira a la basura. El caso es que decidí hacerme unas tarjetas de visita en la que constase mi nombre, un eslogan crítico con mi empresa y unos títulos adquiridos por el sencillo procedimiento de creérmelo. Menos el de médico de cuya licenciatura tengo el correspondiente diploma en papel otorgado por S.M el Rey. En todo caso, buena fue la hora en que me hice las tarjetas pues yo disfruto dándolas tanto como Vistaprint disfruta mandándome un correo a diario que ya está en casa a la hora del desayuno. Son correos desenfados, divertidos e ingeniosos por lo que, de vez en cuando los leo. Pero, también aquí, basta el subject a tenor de “Estimado cliente ¡estás en la lista!” o “El vencedor es ¡el estimado cliente de La Alberca!”.
Los correos de FuckBook van a parar directamente a la basura. Nunca los he abierto y no es que yo sea más bueno que nadie pero esas cosas así, de sopetón, tan por la mañana temprano y tan sin ton ni son pues no me mueven. Sí he tenido la curiosidad de enterarme de soslayo de como funciona el invento. No parece haber delito. El o la que quiere se apunta sabiendo bien a las claras a que se apunta y de ahí vamos al grano. ¡Bueno! Pues si todo el o la que está, está libre, voluntariamente y bien informado me parece bien aunque no sea santo de mi devoción. Otra cosa muy distinta sería el engaño y la propaganda de la prostitución forzada y repulsiva. Aquí bienvenidos todos los filtros y candados y un brazo de hierro de la ley.
Generalizando: que me gusta ver el spam. Me sirve para informarme de por donde va el mundo y, al parecer, sigue yendo por el mismo camino de hace 5000, 2000, 1000, 500, 100 y 20 años. Negocios fáciles, prometidos viajes de ensueño, gangas, ofertas increibles, duros a peseta, sexo, mucho sexo, amor fácil, afrodisiacos y revitalizadores de la belleza y las dotes naturales. Al parecer, las tres palabras que con más frecuencia aparecen en el spam son rolex, viagra y sex. En mi caso concreto, nada de ésto me interesa. No me gustan los Rolex por ser charros y de viejos (y viejas), ni los viajes al Caribe ya que tengo más cerca la carretera de Santa Catalina, ni las pastillitas azules porque (perdóneseme la vanagloria) no me hacen falta para el lecho conyugal. Pero quiero saber que está ahí, quiero verlo por la ventana abierta y sacar mis propias conclusiones. Lo que si pediría, aparte de que no me manden virus, es que todo el mundo supiese y respetase las reglas del juego. Esto es, que no hubiesen listos aviesos dispuestos a engañar a los demás y que no hubiese gente tan incauta (y, todo sea dicho, con su dosis de torpe malicia) que cayese en la trampa. Si el que ofrece el Rolex lo ofrece como copia de oropel y hay alguien que de verdad quiere tener semejante horterada, pues se hace el trato y todos contentos.
Mi consulta es el contrapunto que también me informa de por donde va el mundo: por el mismo camino que iba. Penas, desconsuelos, dolores, desesperanza, desengaños, soledad, incomprensión, amor y desamor, una cierto utilitarismo, unas ciertas ganas de buscar provecho más o menos comprensibles, cables que se cruzan en la cabeza, el paso inexorable de los años, vejez, decrepitud y muerte. Aquí no hay ningún filtro ni lo quiero aunque hay días que acabo hasta el moño y "tomo pesambre". Quzás si todas estas últimas palabras las tuvieran en cuenta los filtros informáticos, nos libraríamos de malas noticias, de días amargados y de jarros de agua fría. Sería insolidario y, sobre todo, tremendamente aburrido.
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