El pasado día 1 de noviembre fue festivo. Se conmemora a Todos los Santos que en el Cielo son. En la liturgia católica, una de las lecturas de la misa es el pasaje del Apocalipsis (Ap 7, 9-17) donde el autor nos narra como, en su visión, ve a una inmensa muchedumbre vestida de blanco y un anciano le explica que esos son los que han salido de la Gran Tribulación. Deseoso, pues, de tener yo también un tan grande tribulación, decidí montarme en el tranvía de Murcia para que me llevase hasta el estadio de la Nueva Condomina y el centro comercial de igual nombre, juntos los dos el uno del otro. Así que el objetivo era, ni más ni menos, que coger el tranvía en la Plaza Circular, ir hasta el destino citado y regresar con bien. Todo en la misma mañana de cementerios, tumbas y flores. Ana, previamente avisada y entrenada, me acompañaría en la aventura.
El tranvía de Murcia es una de estas bonitas obras de la grandilocuencia y la providencia municipales. De momento, funciona la línea 1 que tiene un curioso trazado en U y puede llevar al viajero desde las Universidades (la UMU y la UCAM) hasta el corazón de la ciudad y, de ahí, a la Nueva Condomina. Los trenes y las marquesinas de las paradas son de un bonito color verde manzana y la catenaria y sus soportes ofrecen un contraste de esbeltez y modernidad a juego con las seculares palmeras huertanas. Aunque de vocación pedánea, nada hay en este montaje de ingeniería que haga presuponer desgracias, descarrilamientos, electrocutamientos, túneles que se hundan o puentes que se desmoronen. Pero el avatar de los grandes viajes siempre esta dispuesto a darnos alguna sorpresa. Quizás sea por éso por lo que Ana se presentó a la hora - las diez de la mañana - y lugar convenidos, comiéndose a dentadas una manzana, concepto tan bíblico como el de la Gran Tribulación. Mirados y estudiados concienzudamente horarios, paradas y precios y las distintas admoniciones en castellano e inglés, fuimos hasta una terraza de la Plaza Circular a desayunar sin querer pensar en que bien podía ser el último. Y, dentro de esta actitud preventiva, no dejamos de llevarnos el botellín de agua por lo que pudiera pasar en los secarrales que teníamos que atravesar.
De vuelta a la parada, el panel luminoso nos informa de que el próximo tranvía pasará dentro de quince minutos por lo que, para aprovechar el tiempo, nos vamos andando hasta la siguiente, de nombre “Marina Española”. Allí sacamos los títulos de transporte en la máquina expendedora por 1, 35 euros cada uno. Y ya se aproxima el tranvía tocando la campana, se para, abre sus puertas neumáticas y, sin vacilación, lo abordamos. Una voz de mujer va cantando las paradas y, en cada una de ellas, se detiene el tren y vuelve a abrir y cerrar sus puertas con gran parafernalia de pitidos y mecanismos que chascan. Recuerdo, y alguna se me olvidará, “Los Cubos”, “Churra”, “Príncipe de Asturias”, “La Ladera”...y así hasta “Estadio Nueva Condomina” donde la voz de mujer añade “final de trayecto”. Descendemos ilusionados a un andén de cemento en cuyo extremo dos grandes y férreos topes indican bien a las claras que ahí se acaban las vías y el mundo conocido con ellas.
El tranvía de Murcia tiene previsto extender sus líneas en un futuro. Pero sus vías y sus catenarias no se tenderán sobre la carretera de Santa Catalina. No sé si ésto me agrada o no. Me hubiera gustado cogerlo cerca de casa o incluso que pasara por mi puerta describiendo esa curva mayestática que ahora traza el bus 6. Pero, pensándolo bien, me conformo con éste que hace más ruido, se bambolea más y en el que todavía algunos viajeros vejetes hablan con el conductor.
Ciertamente, la aventura se completó con éxito y aún ayer pude degustar los donuts sobrantes que, cual mercancía exótica traída de los confines del mundo conocido, sirvieron como prueba del cumplimiento de la misión. A mí también me gustan las fotos (love the pics, que dicen los angloparlantes) del tranvía circulando en medio del secarral murciano y me recuerdan al tren fantasmal que en "El viaje de Chihiro" atraviesa el mar sobre raíles sumergidos. Ahora que lo pienso, quizá compráramos esa peli en la Calle Luna en algún viaje a la capital...
ResponderEliminarPues a falta de poder decir "mi Nikon me ha acompañado desde el Polo Norte hasta el Ecuador" si puede decirse "mi Nikon me ha acompañado desde la Plaza Circular hasta la Nueva Condomina" que tampoco es moco de pavo. Ahora queda desear un objetivo de 18-200 mm. con los que las pics podrían haber sido "más mejores".
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