Mañana es San Valentín, Día de los Enamorados. No entraré en tan zafias como aburridas consideraciones sobre si ésto es un invento comercial para vender más. Detesto por igual al pasteloso y melifluo enamorado, como al desabrido que le dice a la chica que, puesto que tiene la tarjeta de compras que paga él, que se vaya a El Corte Inglés y se compre lo que quiera. Ambos personajes son maltratadores en ciernes y solo esperan la ocasión propicia o aparentemente disculpadora. Pero creo que debe de quedar claro que el amor es un sentimiento tan grandioso como endeble y tan universal como particular y que merece nuestra atención.
Y nada mejor para conmemorar la celebración que escribir una carta de amor, en este caso una carta de amor sine materia. Así que busco en mi “Catálogo de Cartas de Amor” que ahora está encuadernado con gusanito y con unas tapas en cartulina de color mostaza y encuentro el modelo CA-143b que paso a copiar:
"Querida mía:
Siempre te preguntaste por que me gustan los mapas. Yo te decía que me sirven para conocer ciudades en las que nunca he estado, o para saber el curso de los ríos o dónde se encuentran las montañas. O dónde hay un puerto con barcos a los que, posiblemente nunca suba. Pero ahora es tiempo cumplido y debo decirte que la única utilidad de los mapas es discernir cual es el verdadero e inexorable camino que me lleve hasta ti.
Miro las líneas rojas y amarillas que simulan carreteras y autopistas y miro los circulitos con el nombre de los distintos pueblos. Miro hasta que los ojos se tornan espesos y la visión borrosa. Y en todos los mapas que pasan por mis manos solo quiero encontrar alguna señal inequívoca de donde estás. Porque los geógrafos y aventureros que triangularon la superficie de la tierra para determinar la longitud del metro, los que, tiempo después, hicieron señales luminosas en la oscuridad de la noche desde los puntos geodésicos, los que horadaron las montañas para construir túneles o cruzaron las lenguas de mar con viaductos de vértigo, los que levantaron los mapas y pintaron circulitos con nombres y líneas rojas y amarillas, todos no han hecho otra cosa que intentar descubrirme tu lugar. Tal vez algún día encuentre ese camino en algún mapa y un circulito con nombre se iluminará destacándose inconmensurablemente sobre los demás.
Y cuando recorra la línea roja o amarilla y llegue al circulito iluminado, una invasión de la selva se comerá las carreteras, los túneles se hundirán y los puentes se vendrán abajo. Y en los mapas se borraran los circulitos con nombre y las líneas rojas o amarillas y el papel se quedará en blanco para siempre. Porque ya no habrá más viaje posible, ni más retorno ni más mudanza. Solo una segunda eternidad inamovible hecha con el tiempo tan largamente perdido. Y cuando llegue el beso del olvido, todas las estrellas ocuparán su punto exacto en el firmamento, todas las hojas de todos los árboles quedarán en la posición ideal y todas las olas de todos los mares romperán a la altura prevista del acantilado. Porque todas las estrellas, las hojas y las olas solo fueron creadas para servir de escenario a un único beso incuestionable de la plenitud del amor.
Siempre tuyo. Manuel."
¡Aaaah! ¡Pues ya está! Quede ahí la carta de amor, tan ridícula como decía Pessoa que lo eran todas y cierro y guardo para otra ocasión mi “Catálogo de Cartas de Amor”. Tendría que corregir este modelo CA-143b. Según las anotaciones manuscritas en el margen, lo escribí por primera vez en 1849 para una buscadora de oro en California que terminó muriendo de cólera y lo empleé por última vez en 1942 dirigido a una enfermera. Nunca tuve contestación de ésta pues murió en uno de los bombardeos de Hamburgo. Ahora, aparte de los mapas de papel, tendría que hablar de Google Maps, del GPS, sus satélites y sus navegadores. Así que, ya con cierta desgana, digo que también saldrían en los ordenadores el mensaje de “No se puede mostrar la página” y que los satélites geoestacionarios chocarían unos contra otros convirtiéndose en chatarra y los navegadores de los coches explotarían. De todas formas y al margen de la carta de amor modelo CA-143b, nada de éso me es necesario ya para ir a tomar café hasta el Willow o el Único 29 en el inicio de la carretera de Santa Catalina que es lo que en verdad me apetece en esta mañana de domingo que se prevé soleada.
Espero que nos deshojes ese cuaderno modelo CA-143b, (tu ni caso a ese tal Pessoa). Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarun saludo rosa